Desde el Servicio Jesuita a Migrantes han apoyado fuertemente a 180 familias migrantes y refugiadas de distintas formas para continuar sus vidas en el país en el escenario COVID-19. ¿Qué los mueve a quedarse?, ¿Qué país quieren ayudar a forjar?
Desde la llegada del COVID-19 a Chile, cientos de familias han tenido que enfrentar difíciles momentos provocados por la pandemia y principalmente por la cesantía. Es así como el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) y sus voluntarios se han desplegado en distintas regiones para colaborar con quienes más se han visto afectados.
Distintos tipos de donaciones han llegado hasta la organización, lo que ha ayudado a mitigar parte de lo que ha dejado esta crisis. Gracias al apoyo de la Fundación Luksic, desde el SJM se ha podido llegar a 180 familias que ante este contexto han tenido que recurrir a distintos tipos de ayudas, desde canastas de alimentos hasta subsidios de arriendos.
Muchas de estas familias, que hoy en día están desempleadas y que sobreviven gracias a distintas actividades informales, no fueron parte de la población beneficiada con la Ley de Protección del Empleo, mientras que otros por distintos motivos tampoco pudieron postular a alguno de los beneficios que ha entregado el Estado, acrecentando aún más la escasez de recursos.
Ana Lucía Muñoz, quien vive sola junto a su hija y quedó cesante en marzo de este año, es parte de una de las familias que ha recibido este apoyo. “Para mí ha significado mucho el apoyo que me han brindado, en todo ámbito. Hoy en día he tenido que ver distintas formas de poder costear todos los gastos que implican mantener un hogar. A pesar de lo difícil que ha sido todo esto, desde el Servicio Jesuita a Migrantes me han mostrado la otra cara de Chile, el país solidario que ayuda al prójimo cuando más lo necesita”.
Así mismo, Miluska Zambrano, también jefa de hogar, ha enfrentado una situación similar. “Desde que comenzó la pandemia quedé cesante y realmente fue muy duro dado que vivo sola con mi hija. Gracias al apoyo económico de la fundación he podido estar más tranquila estos meses, y por lo menos no nos falta comida y hemos podido pagar el arriendo. Hoy en día estoy esperando que mejore la situación para poder buscar trabajo y seguir luchando por un mejor futuro para mi hija”.
Por otra parte, Milagros Antuna, quien vive en Chile hace seis años, fue desvinculada a fines de marzo de la casa donde trabaja como asesora del hogar. “Al principio fue terrible la situación porque yo vivo sola y no tengo quien me apoye económicamente. Por suerte conozco lo que hace el Servicio Jesuita a Migrantes hace muchos años y realmente se han portado muy bien en estos meses y he podido vivir esta pandemia más tranquila. Yo soy feliz acá en Chile, tengo amigos y he vivido siempre muy alegremente. No tengo intenciones de volver a mi país porque acá me siento muy bien, a pesar de todos los contratiempos”.
Entidades de ayuda
Desde el comienzo de la pandemia en el país, Fundación Luksic ha ayudado a hacer posible que estas familias puedan sobrellevar de mejor manera esta complicada situación. “Estamos convencidos de que mientras más solidaridad haya entre todos quienes vivimos en nuestro lindo y largo país, seremos una mejor sociedad. Por eso estamos orgullosos de aportar a la tremenda labor que hace el Servicio Jesuita a Migrantes apoyando a aquellas familias de migrantes residentes en Chile que, sin duda, son un aporte”, comentó Alvaro Ipinza, gerente general de Fundación Luksic.
En esa misma línea, Michelle Víquez, directora Social del SJM, explica que esta nueva realidad intercultural nos muestra a personas que, a pesar de estar lejos de su país de origen, quieren quedarse en Chile con miras a un mejor futuro para sus familias. “Hemos colaborado para que las familias migrantes que quieran volver a su país puedan hacerlo, pero son muchas más las que quieren quedarse pues han construido su historia acá, y como todos los demás, están resistiendo de diversas formas con mucha resiliencia. El trabajar en conjunto por el bienestar de todos, sin hacer distinciones, serán las bases sólidas que necesitamos para seguir construyendo un Chile de paz y bienestar a largo plazo”, afirmó la profesional.
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